Capítulo III de Illanes.
La plenitud de la teología escolástica.
La teología de la primera generación.
I. La
recepción de Aristóteles en la universidad de parís.
Las
traducciones de Boecio (f 524) pusieron a disposición de la cristiandad
occidental buena parte del Organon aristotélico. Este corpus pasó a denominarse
lógica vetus cuando a mediados del siglo xn comenzaron a conocerse otros escritos
aristotélicos que constituyeron la lógica nova.
Los
primeros cuatro libros de la Metafísica y los tres primeros libros de la Ética
a Nicómaco. Con estas obras aristotélicas fueron conocidas además las grandes
paráfrasis de Avicena, el Líber de causis extracto de las Instituciones
teológicas de Proclo y la Fons vitae de Avicebrón.
El
interdicto de Aristóteles en la Facultad de Artes continuó vigente todavía
muchos años, por la firme actitud anti-aristotélica de Guillermo de Alvernia.
El
recelo de la autoridad eclesiástica frente al pensamiento aristotélico estaba
justificado.
El IV Concilio Lateranense (1215). Este
concilio ecuménico abordó decididamente, en su decreto Firmiter, el tema de la
herejía albigense, tan extendida por el midi francés, y que había dado pie a
terribles guerras, en que se habían enfrentado los condes de Toulouse, los monarcas
aragoneses y los reyes de Francia.
Los
maestros seculares de París.
La
Facultad de Teología, en la que destacaron tres maestros seculares8. El primero
de ellos, Guillermo de Auxerre
(1144/49-1231), fue autor de una célebre Summa áurea 9, escrita entre 1216 (porque
supone los decretos del IV Concilio de Letrán) y 1229. Alejandro de Hales (ca. 1185-1245), que era secular en la época que
estamos viendo, y que ingresó posteriormente en la Orden de los frailes menores
(hacia 1236).
Finalmente, el tercer gran maestro del período
es Felipe el Canciller (ca.l 170-1236). En 1218 fue nombrado canciller de la
Universidad de París, cargo que ocupó hasta su muerte.
Los
inicios de la teología franciscana.
Roberto Grosseteste (ca.l 170-1253).
Enseñó en Oxford desde 1214 a 1229 y fue el primer responsable de los estudios en
la naciente Universidad de la que fue probablemente su primer canciller y el
gran educador de los franciscanos oxonienses.
En
1236, Alejandro de Hales entraba en
la Orden franciscana, conservando su cátedra en la Universidad de París y
nombraba como ayudante al también franciscano Juan de la Rupella o de la
Rochelle. La Summa halensis l6 recoge los principales logros de los escolásticos
anteriores.
San Alberto Magno. Fue uno de los personajes
más interesantes del siglo XIII, y representó un papel relevante en el mundo
universitario de la época.
Los
grandes maestros de la segunda generación.
Como
consecuencia de la huelga, los dominicos, que habían llegado a París en 1217, alcanzaron
dos cátedras de teología. Rolando de Cremona (f 1259) fue creado catedrático
para los franceses en 1229 y por un solo curso, siendo sucedido por Hugo de San Caro. Rolando había sido
sententiarius con el maestro secular Juan
de San Gil durante el curso 1228/29.
El
detonante de la controversia —una justificación más que una causa real— fue la
publicación en 1254 por el franciscano Gerardo de Borgo de San Donnino, a espaldas de sus superiores, de un opúsculo
titulado: Líber introductorius in Evangelium aeternum.
San Buenaventura. Fue un teólogo de
extraordinario relieve 25, un maestro típicamente universitario, como lo
prueban sus comentarios a las Sentencias. Fue también un gran místico, autor de
notables tratados ascéticos, no solo el Itinerarium mentís in Deum, sino
también las obras que escribió sobre la figura entrañable de San Francisco.
Finalmente, fue un extraordinario hombre de gobierno, hasta el punto de que se
le considera el segundo fundador de la Orden franciscana. Desde la perspectiva
filosófica 30, que se halla en la base de su síntesis teológica, San
Buenaventura constituye un eslabón o testigo privilegiado de la tradición
agustiniana.
Santo tomas de Aquino. Aquino constituye el momento mayor de la teología académica
parisina. Su larga etapa de formación (1239-1252) le familiarizó con la
filosofía aristotélica (en la Universidad de Ñapóles y en el studium de
Colonia). Santo Tomás planteó la existencia de Dios a partir de la creación, según
el criterio de San Pablo en Rom 1,20. No consideró tal existencia como algo
evidente, rechazando la validez del argumento anselmiano. Llevó a cabo tal
demostración a posteriori según cinco vías. También es destacable la
sistematización del tratado trinitario que Aquino llevó a cabo. Estudiada la
esencia divina, la unidad y unicidad de Dios y los principales atributos
entitativos y operativos de la Divinidad, estaba en condiciones de abordar el
misterio central de nuestra fe, que es la Trinidad. La moral. La parte más extensa de la Summa Theologiae es la
teología moral. Cristología y sacramentos. Es
una importante novedad el lugar asignado a la cristología: en la tercera parte
de la Summa, antes de los sacramentos, pero después de su teología moral.
Las censuras de 1270 y 1277. El 10 de
diciembre de 1270, Esteban Tempier, obispo de París, condenó trece
proposiciones filosófico-teológicas 59. Tales proposiciones coinciden casi
literalmente con los errores denunciados por San Buenaventura en sus dos seríes
de sermones de 1267 y 1268. Ofrecen, por consiguiente, un buen esquema para
comprender las controversias doctrinales parisinas de finales de la década de
los sesenta. el 18 de marzo de 1277, Roberto Kilwardby, arzobispo de
Canterbury, censuraba otra relación de treinta proposiciones, con el
asentimiento de los maestros oxonienses.
La tercera generación. El beato Juan
Duns Escoto. El más brillante teólogo de
la última generación docentista, se forjó al
hilo de las controversias originadas por la condena de 1277. Escoto considera
que los filósofos y los teólogos no pueden entenderse fácilmente, pues fe y
razón se encuentran en planos diversos.
Teólogos
contemporáneos de escoto. Uno de los pensadores más
influeyentes de la tercera generación fue Pedro
Juan Olivi (ca. 1248-1298). Merecen
señalarse también, como teólogos representativos de la tercera generación
parisina: Enrique de Gante (ca.
1240-1293)79, el agustino ermitaño Egidio
Romano (ca. 1247-1316)80, Godofredo de
Fontaines (f después de 1303)8I, el franciscano Roger Bacon (ca.1214-1294)82 y el dominico Teodorico de Freiberg (ca.1250ca.1310).
Capítulo IV de Illanes.
Los teólogos bajo medievales.
I. Los
teólogos escolásticos del siglo XIV, Hasta el cisma de occidente.
A
finales del siglo xm se produjo una importante modificación de la vida europea.
La octava y última cruzada había terminado con el fracaso y la muerte en Túnez
de San Luis de Francia. El papa Celestino V (1294), de carácter muy débil, había
renunciado a los pocos meses de ser elegido. El Imperio germánico se había
debilitado mucho con la muerte de Federico II Hohenstaufen (y 1250) y poco
después se extinguía esta dinastía alemana (1268), iniciándose así la presencia
de los monarcas franceses en el sur de Italia y su intromisión en los asuntos
pontificios. De este modo, los conflictos entre el papa y el emperador, que
habían comenzado a mediados del siglo xn, fueron ahora sustituidos por los
conflictos entre el papa y el rey de Francia. En efecto, en 1294 fue elegido el
papa Celestino V, que dimitió, como ya se ha dicho, a los pocos meses. Le
sucedió Bonifacio VIII (1294-1303), que tuvo que sufrir el acoso del rey
francés Felipe IV el Hermoso. Este conflicto tuvo diversas causas, entre ellas,
las in tromisiones reales en la vida del clero francés; las disposiciones del papa
sobre el cobro de los diezmos; la prohibición, por parte del rey, de que
saliesen masas monetarias de Francia con destino a Roma; y, sobre todo, la bula
papal Unam sanctam (1302)', que consagraba la superioridad del poder espiritual
sobre el poder temporal, en una época en que estas doctrinas ya eran
ampliamente discutidas por los teólogos y por los juristas. La crisis del
papado estallaría con Clemente V (1305-1314), convocante del Concilio ecuménico
de Vienne (1311-1312), francés, que trasladó el papado a Aviñón, donde estuvo hasta
1378. Después vendría el Cisma de Occidente. En este campo destacaron, entre
otros, cuatro pensadores: Dante Alighieri (1265-1321), con su De Monarchia, el
averroísta Juan de Jadún (1285/89-1328), Marsilio de Padua (1275/80-1342/3),
con su Defensor pacis, y Guillermo de Ockham (ca. 1285-1347).
Los místicos renano-flamencos. Mientras
la teología perdía cierto frescor especulativo y se refugiaba cada vez más en
cuestiones académicas de poco relieve pastoral, se producía en la región renana
y en Flandes una importante reacción mística. Fue un movimiento generalizado de
gran vigor. Entre todos sobresale, en primer lugar, el dominico Meister Eckhart (ca.1260-1327). En
Alemania destacaron también los dominicos Juan
Taulero (t 1361) y el beato Enrique
Susón (f 1365), ambos relacionados con el grupo de los «amigos de Dios»,
una asociación renana de eclesiásticos y laicos deseosos de propagar la mística
especulativa y de practicarla ellos mismos. Por los mismo años, en Flandes
sobresalieron los místicos de Groenendael,
cerca de Bruselas, especialmente el sacerdote Juan de Ruysbroeck (t 1381)22, conocido como «el Admirable», que
fundó una comunidad austera y penitente, bajo la regla de San Agustín.
La vida eclesiástica desde el cisma
de occidente a la caída de Constantinopla. En 1378
fue elegido el papa Urbano VI, quien, por su mal carácter, se indispuso con sus
cardenales. Estos eligieron a Clemente VII, que marchó a Aviñón, mientras Urbano
VI se quedaba en Roma. La división o cisma se consumó cuando ambos papas se
excomulgaron mutuamente.
La «devotio moderna» y los primeros movimientos
de reforma. Ludolfo de Sajonia
(f 1378), apodado «el Cartujano», uno de sus primeros y más característicos
representantes, ofrecía, en su obra Vi ta Christi, también titulada
Meditationes Christi, una piedad más profunda y de mayor exigencia. Pero, el
verdadero creador y sistematizador de la «devotio moderna» fue Gerardo Groóte (1340-1384). Tomás de Kempis (f 1471). Finalmente,
conviene recordar a Juan Gerson (1363-1429)30, canciller de la Universidad de
París, uno de los autores más influyentes de los siglos xv y xvi, gran defensor
de la «devotio moderna» frente a sus detractores.
Juan de Segovia (1395-1458). se ocupó
ampliamente de cuestiones eclesiológicas, bajo la perspectiva conciliarista.
«La Iglesia es decía una sociedad espontánea y universal de criaturas racionales,
fundada por Dios inmediatamente, para vivir eterna y felizmente bajo la Cabeza
de la Iglesia, que es su Hijo, heredero de todas las cosas».
Alfonso de Madrigal. Otro pensador
conciliarista, aunque mucho más moderado que Segovia, fue Alfonso de Madrigal
(1410-1455). Su amplitud de conocimientos se refleja en su obra, donde acoge
las más diversas tendencias filosófico-teológicas. El aristotelismo dejó huella
en su pensamiento, como también Santo Tomás, al que comentó y copió frecuentemente;
el escotismo y nominalismo también le influyeron.
Juan de Torquemada. El eclesiólogo Juan
de Torquemada (1388-1468) escribió una importante Summa de Ecclesia, que tuvo
gran repercusión, al ser difundida por la prensa en un tempranero incunable.
Esta obra, de la que no ha habido una posterior edición, está dividida en cuatro
libros: la Iglesia en su misterio o en su naturaleza; el primado romano; los
concilios; cisma y herejía.
Nicolás de Cusa. Contemporáneo de los
tres teólogos castellanos recién reseñados fue Nicolás de Cusa (1401-1464). Se
le conoce sobre todo por sus tratados filosóficos, donde desarrolló sus dos
conocidas tesis acerca de la coincidencia de los opuestos y de la docta
ignorancia. Pero no debe olvidarse que sus trabajos filosóficos tuvieron una
motivación teológica.
Evolución de la teología bizantina desde el
siglo XI a mediados del siglo XV. Hasta el siglo XI la Iglesia católica
había respirado tranquilamente a dos pulmones, el Oriente y el Occidente, salvo
algunas polémicas, como las que tuvieron lugar en el siglo VIII y IX, de las
cuales ya se ha dado noticia en el capítulo primero de esta obra. Los dos
momentos más importantes del diálogo pueden situarse en torno al Concilio II de
Lyon, celebrado en 1274, y en los años del Concilio de Florencia (1438-1439).
En estos cuatrocientos años de separación, hasta la caída de Constantinopla
(1453), se suelen distinguir dos grandes períodos de la teología bizantina:
desde Cerulario hasta la fundación del Imperio latino de Constantinopla (1054-1220),
muy centrada en la cuestión del Filioque y en la procesión bivalente del
Espíritu Santo, en polémica con la teología latina; y desde la fundación del
Imperio latino hasta la caída de Bizancio en manos de los turcos otomanos (1220-1453),
con importantes desarrollos en la teología espiritual y en gratología. Mientras
tanto, en Occidente, la teología latina iniciaba su larga singladura de la
escolástica. Una figura capital para comprender la evolución de la teología espiritual
bizantina fue Simeón Teólogo, el
joven (949-1022).
Francisco D. Pérez P.
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