sábado, 30 de enero de 2016

CAPÍTULO VII DE ILLANES

CAPÍTULO VII DE ILLANES
LA TEOLOGÍA EN LOS COMIENZOS DE LA ÉPOCA
MODERNA

I. En los albores de una nueva etapa histórica.

            De forma esquemática, algunos de los rasgos más significativos de la nueva situación pueden ser resumidos del modo siguiente:
a) La difusión de la cultura, iniciada en los siglos medievales y fuertemente impulsada por el movimiento humanista, recibe un nuevo y singular impulso. El saber, patrimonio durante el medioevo de clérigos, monjes y religiosos, se extiende ahora no sólo a la aristocracia, y a los círculos que giran en torno a ella, sino a una burguesía cada vez más consciente de sí; el ideal de una difusión universal de la educación, de una plena ilustración de la totalidad de los hombres, comienza a abrirse camino.
a) La ruptura de la unidad política medieval, iniciada al consolidarse las monarquías absolutas y agudizada con la Reforma protestante y las subsiguientes guerras de religión, es, en el siglo XVII, un hecho consumado.
c) La evolución de las ciencias, que apuntaba en los últimos tiempos del medioevo y se potenció en el Renacimiento, alcanza, durante el siglo XVII, un umbral decisivo.
d) Los descubrimientos geográficos —el descubrimiento y posterior colonización del continente americano, unidos al conocimiento de las civilizaciones asiáticas y africanas gracias a los viajes y las narraciones de los misioneros—, amplían el horizonte histórico y cultural.
            Del racionalismo a la crítica de la religión. Al escepticismo que impregnó amplios sectores de la cultura francesa del siglo XVI, como testimonian las obras de un Michel de
Montaigne o un Pierre Charron; al criticismo y al enfrentamiento con toda autoridad intelectual que desembocaron en el movimiento de los «libertinos eruditos» o «librepensadores» de la Francia y la Inglaterra del siglo XVII.
            El racionalismo y la negación de la revelación como verdad. Para hablar del racionalismo es inevitable referirse, como paso primero e imprescindible, a la obra y al pensamiento de quien puede, a buen derecho, ser definido como su iniciador: Rene Descartes (1596-1650). Descartes no estuvo vinculado en modo alguno al criticismo religioso al que hace un momento hacíamos referencia; más aún, su empeño filosófico, aunque naciera de otras coordenadas, estuvo inspirado, al menos en parte, por preocupaciones apologéticas.
            En Baruch Spinoza (1632-1677) esa inferencia es ya un hecho consumado, como expresa con claridad una frase sintética del Tractatus theologico-politicus: «el fin de la filosofía no es sino la verdad; el de la fe (...) la obediencia y la piedad». No hay, para Spinoza, revelación propiamente dicha, es decir, una acción divina que, insertándose en el curso de la historia, desvele la verdad a los hombres.
            El empirismo y la crítica de la religión. Mientras en la Europa continental se difundía el criticismo racionalista, que alcanza su culminación con Spinoza, en Inglaterra se producía un movimiento de ideas muy diverso, pero confluyente en la crítica a la religión. Mencionemos, en primer lugar, a Edward Herbert de Cherbury (1582-1648), en quien apunta una idea que recorrerá, a partir de ese momento, un largo camino: la tendencia a buscar, más allá de las religiones históricas o positivas es decir, las concretamente existentes—, una religión ideal o acervo común en el que todas coinciden y al que alcanza la luz de la razón.
            Thomas Hobbes (1588-1679) constituye otro hito intelectual del que no cabe prescindir. En Hobbes no hay el menor rastro de ese optimismo presente en el planteamiento de un Herbert de Cherbury, de un Descartes y, aunque con matices, en el de un Spinoza por referirnos sólo a los autores que hemos ya mencionado, sino más bien un pesimismo antropológico, que rige y condiciona toda su filosofía.
            John Locke (1632-1704), muy diverso de Hobbes, más aún, opuesto en cuanto a la actitud psicológica y a las ideas políticas, coincide no obstante con él en la tendencia al empirismo filosófico y al utilitarismo social, así como en la común referencia a Cherbury y en la reducción de la religión a una religiosidad racional. En la última etapa de su vida, en 1695, Locke publicó un libro de título emblemático: La racionabilidad del cristianismo (The reasonableness of Christianity).

            Continuidad y decadencia de la teología Barroca; la aparición de la teología positiva. Un primer aspecto puede ser sepalado: la continuidad durante este siglo del movimiento intelectual al que se suele designar como segunda escolástica o escolástica barroca.
            Juan de Lugo (1583-1660), teólogo y moralista, particularmente conocido por sus Disputationes de iustitia et iure.
            Juan de Santo Tomás (1589-1644), representante de un tomismo en la dirección marcada por Cayetano, aunque con planteamientos originales, cuyo Tratado sobre los dones del Espíritu Santo ofrece una exposición teológico-mística que continúa influyendo en la Teología espiritual de nuestros días.
            Juan Martínez de Ripalda (1594-1648), cuyas De ente supernaturali Disputationes constituyen, por sus cualidades y por sus límites, uno de los ejemplos más representativos del estado de la teología sobre la gracia en este período.
            Mística y teología espiritual. La floración de la mística y la espiritualidad que tuvo lugar en España durante el siglo XVI no se cortó de forma brusca, sino que continuó, aunque en un tono algo menor, durante el siglo XVII.
            Dos maestros espirituales: San Francisco de Sales y Pierre de Bérulle. San Francisco de Sales (1567-1622). Su doctrina espiritual se basa en la «devoción», es decir, en el trato rendido, afectivo y directo con Dios y en el abandono o entrega confiada a la voluntad divina.
            Cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629). Una de sus frases más densas y conocidas —«el hombre es una nada capaz de Dios»— nos sitúa en el centro de su pensamiento y de su experiencia espirituales: la limitación y finitud del hombre ante la plenitud e infinitud de Dios y, uniendo ambos extremos, la realidad de Cristo, Verbo de Dios encarnado.
            Del quietismo de Miguel de Molinos al quietismo francés. Si entendemos por quietismo la tendencia a exagerar la pasividad que implica la experiencia mística hasta sostener que, con el desarrollo de la vida espiritual, la libertad y la actividad del individuo desaparecen absorbidas por la acción divina, entonces el quietismo es, como acaba de decirse, una tentación constante, y, en consecuencia, una desviación o caída de la que cabe encontrar muchas y variadas manifestaciones históricas. En el siglo xvn tuvo, no obstante, algunas manifestaciones características, que son a las que, de ordinario, se alude cuando se emplea ese vocablo.
            La polémica sobre el amor puro. Por lo que se refiere a Madame Guyon, que aceptó el juicio formulado por la comisión de obispos, el asunto quedó sustancialmente cerrado. De hecho, a partir de este momento desaparece prácticamente de la escena, mientras que Bossuet y Fénelon pasan a primer plano.
            El jansenismo. El jansenismo constituye, sin duda alguna, una de las cuestiones  fundamentales que agitaron la Francia del siglo XVII y, con Francia, a gran parte de los países europeos de ese siglo y de años posteriores. En él confluyen múltiples facetas: la cuestión de auxiliis, todavía viva, aunque en tono menor, en el siglo XVII. El personaje fundamental, al menos el que prestó su nombre a la controversia y a todo el conjunto de acontecimientos con ella relacionados, es el flamenco Cornelius Janssens (1585-1638), o Jansenio, según la grafía y pronunciación latinizantes. Nacido en el pueblecito de Acquoy, en la Holanda meridional, estudió en Leerdam, Utrecht y Lovaina.
           
         El nacimiento de las especializaciones teológicas. Las summae medievales contenían  o aspiraban a contener una exposición de la totalidad del saber teológico, desde la realidad de Dios y el anuncio de su designio de salvación hasta la realización histórica de ese designio en y a través de la cooperación humana.
            La aparición de la Teología Moral como disciplina teológica. La primera en consolidarse de esas especializaciones fue la Teología Moral. Los tres volúmenes de las Institutiones morales del jesuita murciano Juan Azor (1536-1603), aparecidos en el filo del siglo XVII, constituyen un hito decisivo; en los años sucesivos, numerosos autores muchos de ellos jesuitas, pero también miembros de otras órdenes y representantes del clero secular siguieron su ejemplo.
            Hacia la configuración de la Teología Espiritual como especialidad teológica. Tratando de la otra especialización a la que debemos referirnos, la Teología Espiritual, se ha dicho a veces que esta disciplina tuvo sus inicios en los siglos XIV y XV. Estamos ya ante los primeros tratados de Teología Espiritual: el Compendium doctrinae spíritualís magna ex parte ex variis Patrum sententiis, del dominico Bartolomé de los Mártires (Lisboa 1582); la Summa theologiae mysticae, del carmelita Felipe de la Santísima Trinidad (Lyon 1626); el Summarium asceticae et mysticae theologiae, del franciscano Crisostomo Dobrosielski (Cracovia 1655); la Theologia ascética, del jesuita Christof Schorrer (Roma 1658).

            La casuística y la controversia sobre los sistemas morales. En algunos autores esta metodología llega hasta el extremo que representa el teatino Antonio Diana (1585-1663), que en sus Resolutiones morales recopila hasta 30.000 casos; en otros se guarda más el sentido de la mesura, pero el planteamiento y la resolución de casos ocupa siempre un lugar decisivo. Fue así, con ese trasfondo y con ese enfoque, como los moralistas del siglo XVII afrontaron el problema de la conciencia dudosa, dando origen a los que se vinieron a denominar sistemas morales o, más exactamente, sistemas en orden a hacer posible que la conciencia salga de la situación de duda respecto a una obligación que noconsta con absoluta certeza.
            Es la tendencia que, en mayor o menor grado, cabe encontrar en autores como el ya citado Antonio Diana, los jesuítas Antonio Escobar y Mendoza (1580-1669) y Tomás Tamburini (1591-1675), y, muy especialmente, el cisterciense José Caramuel (1606-1682), a quien San Alfonso María de Ligorio calificó de «príncipe de los laxistas».  Hermann Busembaum (1600-1668), cuya Medulla theologiae moralis obtuvo una amplísima difusión— hasta un claro probabiliorismo —como el dominico Jean Baptiste Gonet (1616-1681) o el jesuíta Tirso González (1624-1705).
            Reacciones ante el cartesianismo. La obra de Descartes suscitó, desde el principio, un amplio eco a favor y en contra, no sólo entre científicos y filósofos, sino también entre teólogos, católicos o protestante.
            Blaise Pascal (1623-1662) es a la vez un continuador y un crítico de Descartes: su figura no se entiende sin Descartes, del que, por otra parte, se distanció y al que criticó duramente.
            Nicolás Malebranche (1638-1715) es en cambio plenamente un cartesiano, aunque, siendo él mismo un pensador original y profundo, se separara de su maestro en cuestiones decisivas. Malebranche aspira a salvar, de esa forma, el orden y la armonía del universo, y, en consecuencia, la posibilidad de la ciencia, promoviendo a la vez una actitud de constante y confiada referencia a Dios, en conformidad con la orientación espiritual de todo su planteamiento.
            La teología en el contexto de las confesiones protestante y ortodoxa. En términos generales, puede decirse que en el seno del protestantismo dominó, hasta muy avanzado el siglo XVII, lo que suele designarse como «ortodoxia protestante».

            Johann Gerhard (1582-1637) y Abraham Calov (1612-1686), en el campo luterano, y Johann Coccejus (16031669), en el calvinista o reformado, pueden considerarse las figuras más representativas.

Francisco D. Pérez P. 

viernes, 29 de enero de 2016

Capítulo III y IV de Illanes

Capítulo III de Illanes.
La plenitud de la teología escolástica.

La teología de la primera generación.

I. La recepción de Aristóteles en la universidad de parís.

            Las traducciones de Boecio (f 524) pusieron a disposición de la cristiandad occidental buena parte del Organon aristotélico. Este corpus pasó a denominarse lógica vetus cuando a mediados del siglo xn comenzaron a conocerse otros escritos aristotélicos que constituyeron la lógica nova.
            Los primeros cuatro libros de la Metafísica y los tres primeros libros de la Ética a Nicómaco. Con estas obras aristotélicas fueron conocidas además las grandes paráfrasis de Avicena, el Líber de causis extracto de las Instituciones teológicas de Proclo y la Fons vitae de Avicebrón.
            El interdicto de Aristóteles en la Facultad de Artes continuó vigente todavía muchos años, por la firme actitud anti-aristotélica de Guillermo de Alvernia.
            El recelo de la autoridad eclesiástica frente al pensamiento aristotélico estaba justificado.
El IV Concilio Lateranense (1215). Este concilio ecuménico abordó decididamente, en su decreto Firmiter, el tema de la herejía albigense, tan extendida por el midi francés, y que había dado pie a terribles guerras, en que se habían enfrentado los condes de Toulouse, los monarcas aragoneses y los reyes de Francia.

Los maestros seculares de París.

            La Facultad de Teología, en la que destacaron tres maestros seculares8. El primero de ellos, Guillermo de Auxerre (1144/49-1231), fue autor de una célebre Summa áurea 9, escrita entre 1216 (porque supone los decretos del IV Concilio de Letrán) y 1229. Alejandro de Hales (ca. 1185-1245), que era secular en la época que estamos viendo, y que ingresó posteriormente en la Orden de los frailes menores (hacia 1236).
Finalmente, el tercer gran maestro del período es Felipe el Canciller (ca.l 170-1236). En 1218 fue nombrado canciller de la Universidad de París, cargo que ocupó hasta su muerte.

Los inicios de la teología franciscana.

            Roberto Grosseteste (ca.l 170-1253). Enseñó en Oxford desde 1214 a 1229 y fue el primer responsable de los estudios en la naciente Universidad de la que fue probablemente su primer canciller y el gran educador de los franciscanos oxonienses.
            En 1236, Alejandro de Hales entraba en la Orden franciscana, conservando su cátedra en la Universidad de París y nombraba como ayudante al también franciscano Juan de la Rupella o de la Rochelle. La Summa halensis l6 recoge los principales logros de los escolásticos anteriores.
            San Alberto Magno. Fue uno de los personajes más interesantes del siglo XIII, y representó un papel relevante en el mundo universitario de la época.

Los grandes maestros de la segunda generación.

            Como consecuencia de la huelga, los dominicos, que habían llegado a París en 1217, alcanzaron dos cátedras de teología. Rolando de Cremona (f 1259) fue creado catedrático para los franceses en 1229 y por un solo curso, siendo sucedido por Hugo de San Caro. Rolando había sido sententiarius con el maestro secular Juan de San Gil durante el curso 1228/29.
            El detonante de la controversia —una justificación más que una causa real— fue la publicación en 1254 por el franciscano Gerardo de Borgo de San Donnino, a espaldas de sus superiores, de un opúsculo titulado: Líber introductorius in Evangelium aeternum.
            San Buenaventura. Fue un teólogo de extraordinario relieve 25, un maestro típicamente universitario, como lo prueban sus comentarios a las Sentencias. Fue también un gran místico, autor de notables tratados ascéticos, no solo el Itinerarium mentís in Deum, sino también las obras que escribió sobre la figura entrañable de San Francisco. Finalmente, fue un extraordinario hombre de gobierno, hasta el punto de que se le considera el segundo fundador de la Orden franciscana. Desde la perspectiva filosófica 30, que se halla en la base de su síntesis teológica, San Buenaventura constituye un eslabón o testigo privilegiado de la tradición agustiniana.
            Santo tomas de Aquino. Aquino constituye el momento mayor de la teología académica parisina. Su larga etapa de formación (1239-1252) le familiarizó con la filosofía aristotélica (en la Universidad de Ñapóles y en el studium de Colonia). Santo Tomás planteó la existencia de Dios a partir de la creación, según el criterio de San Pablo en Rom 1,20. No consideró tal existencia como algo evidente, rechazando la validez del argumento anselmiano. Llevó a cabo tal demostración a posteriori según cinco vías. También es destacable la sistematización del tratado trinitario que Aquino llevó a cabo. Estudiada la esencia divina, la unidad y unicidad de Dios y los principales atributos entitativos y operativos de la Divinidad, estaba en condiciones de abordar el misterio central de nuestra fe, que es la Trinidad. La moral. La parte más extensa de la Summa Theologiae es la teología moral. Cristología y sacramentos. Es una importante novedad el lugar asignado a la cristología: en la tercera parte de la Summa, antes de los sacramentos, pero después de su teología moral.
            Las censuras de 1270 y 1277. El 10 de diciembre de 1270, Esteban Tempier, obispo de París, condenó trece proposiciones filosófico-teológicas 59. Tales proposiciones coinciden casi literalmente con los errores denunciados por San Buenaventura en sus dos seríes de sermones de 1267 y 1268. Ofrecen, por consiguiente, un buen esquema para comprender las controversias doctrinales parisinas de finales de la década de los sesenta. el 18 de marzo de 1277, Roberto Kilwardby, arzobispo de Canterbury, censuraba otra relación de treinta proposiciones, con el asentimiento de los maestros oxonienses.
            La tercera generación. El beato Juan Duns Escoto. El más brillante teólogo de
la última generación docentista, se forjó al hilo de las controversias originadas por la condena de 1277. Escoto considera que los filósofos y los teólogos no pueden entenderse fácilmente, pues fe y razón se encuentran en planos diversos.
            Teólogos contemporáneos de escoto. Uno de los pensadores más influeyentes de la tercera generación fue  Pedro Juan Olivi (ca. 1248-1298).  Merecen señalarse también, como teólogos representativos de la tercera generación parisina: Enrique de Gante (ca. 1240-1293)79, el agustino ermitaño Egidio Romano (ca. 1247-1316)80, Godofredo de Fontaines (f después de 1303)8I, el franciscano Roger Bacon (ca.1214-1294)82 y el dominico Teodorico de Freiberg (ca.1250ca.1310).


Capítulo IV de Illanes.
Los teólogos bajo medievales.

I. Los teólogos escolásticos del siglo XIV, Hasta el cisma de occidente.

            A finales del siglo xm se produjo una importante modificación de la vida europea. La octava y última cruzada había terminado con el fracaso y la muerte en Túnez de San Luis de Francia. El papa Celestino V (1294), de carácter muy débil, había renunciado a los pocos meses de ser elegido. El Imperio germánico se había debilitado mucho con la muerte de Federico II Hohenstaufen (y 1250) y poco después se extinguía esta dinastía alemana (1268), iniciándose así la presencia de los monarcas franceses en el sur de Italia y su intromisión en los asuntos pontificios. De este modo, los conflictos entre el papa y el emperador, que habían comenzado a mediados del siglo xn, fueron ahora sustituidos por los conflictos entre el papa y el rey de Francia. En efecto, en 1294 fue elegido el papa Celestino V, que dimitió, como ya se ha dicho, a los pocos meses. Le sucedió Bonifacio VIII (1294-1303), que tuvo que sufrir el acoso del rey francés Felipe IV el Hermoso. Este conflicto tuvo diversas causas, entre ellas, las in­ tromisiones reales en la vida del clero francés; las disposiciones del papa sobre el cobro de los diezmos; la prohibición, por parte del rey, de que saliesen masas monetarias de Francia con destino a Roma; y, sobre todo, la bula papal Unam sanctam (1302)', que consagraba la superioridad del poder espiritual sobre el poder temporal, en una época en que estas doctrinas ya eran ampliamente discutidas por los teólogos y por los juristas. La crisis del papado estallaría con Clemente V (1305-1314), convocante del Concilio ecuménico de Vienne (1311-1312), francés, que trasladó el papado a Aviñón, donde estuvo hasta 1378. Después vendría el Cisma de Occidente. En este campo destacaron, entre otros, cuatro pensadores: Dante Alighieri (1265-1321), con su De Monarchia, el averroísta Juan de Jadún (1285/89-1328), Marsilio de Padua (1275/80-1342/3), con su Defensor pacis, y Guillermo de Ockham (ca. 1285-1347).
            Los místicos renano-flamencos. Mientras la teología perdía cierto frescor especulativo y se refugiaba cada vez más en cuestiones académicas de poco relieve pastoral, se producía en la región renana y en Flandes una importante reacción mística. Fue un movimiento generalizado de gran vigor. Entre todos sobresale, en primer lugar, el dominico Meister Eckhart (ca.1260-1327). En Alemania destacaron también los dominicos Juan Taulero (t 1361) y el beato Enrique Susón (f 1365), ambos relacionados con el grupo de los «amigos de Dios», una asociación renana de eclesiásticos y laicos deseosos de propagar la mística especulativa y de practicarla ellos mismos. Por los mismo años, en Flandes sobresalieron los místicos de Groenendael, cerca de Bruselas, especialmente el sacerdote Juan de Ruysbroeck (t 1381)22, conocido como «el Admirable», que fundó una comunidad austera y penitente, bajo la regla de San Agustín.
            La vida eclesiástica desde el cisma de occidente a la caída de Constantinopla. En 1378 fue elegido el papa Urbano VI, quien, por su mal carácter, se indispuso con sus cardenales. Estos eligieron a Clemente VII, que marchó a Aviñón, mientras Urbano VI se quedaba en Roma. La división o cisma se consumó cuando ambos papas se excomulgaron mutuamente.
            La «devotio moderna» y los primeros movimientos de reforma. Ludolfo de Sajonia (f 1378), apodado «el Cartujano», uno de sus primeros y más característicos representantes, ofrecía, en su obra Vi­ ta Christi, también titulada Meditationes Christi, una piedad más profunda y de mayor exigencia. Pero, el verdadero creador y sistematizador de la «devotio moderna» fue Gerardo Groóte (1340-1384). Tomás de Kempis (f 1471). Finalmente, conviene recordar a Juan Gerson (1363-1429)30, canciller de la Universidad de París, uno de los autores más influyentes de los siglos xv y xvi, gran defensor de la «devotio moderna» frente a sus detractores.
            Juan de Segovia (1395-1458). se ocupó ampliamente de cuestiones eclesiológicas, bajo la perspectiva conciliarista. «La Iglesia es decía una sociedad espontánea y universal de criaturas racionales, fundada por Dios inmediatamente, para vivir eterna y felizmente bajo la Cabeza de la Iglesia, que es su Hijo, heredero de todas las cosas».
            Alfonso de Madrigal. Otro pensador conciliarista, aunque mucho más moderado que Segovia, fue Alfonso de Madrigal (1410-1455). Su amplitud de conocimientos se refleja en su obra, donde acoge las más diversas tendencias filosófico-teológicas. El aristotelismo dejó huella en su pensamiento, como también Santo Tomás, al que comentó y copió frecuentemente; el escotismo y nominalismo también le influyeron.
            Juan de Torquemada. El eclesiólogo Juan de Torquemada (1388-1468) escribió una importante Summa de Ecclesia, que tuvo gran repercusión, al ser difundida por la prensa en un tempranero incunable. Esta obra, de la que no ha habido una posterior edición, está dividida en cuatro libros: la Iglesia en su misterio o en su naturaleza; el primado romano; los concilios; cisma y herejía.
            Nicolás de Cusa. Contemporáneo de los tres teólogos castellanos recién reseñados fue Nicolás de Cusa (1401-1464). Se le conoce sobre todo por sus tratados filosóficos, donde desarrolló sus dos conocidas tesis acerca de la coincidencia de los opuestos y de la docta ignorancia. Pero no debe olvidarse que sus trabajos filosóficos tuvieron una motivación teológica.
            Evolución de la teología bizantina desde el siglo XI a mediados del siglo XV. Hasta el siglo XI la Iglesia católica había respirado tranquilamente a dos pulmones, el Oriente y el Occidente, salvo algunas polémicas, como las que tuvieron lugar en el siglo VIII y IX, de las cuales ya se ha dado noticia en el capítulo primero de esta obra. Los dos momentos más importantes del diálogo pueden situarse en torno al Concilio II de Lyon, celebrado en 1274, y en los años del Concilio de Florencia (1438-1439). En estos cuatrocientos años de separación, hasta la caída de Constantinopla (1453), se suelen distinguir dos grandes períodos de la teología bizantina: desde Cerulario hasta la fundación del Imperio latino de Constantinopla (1054-1220), muy centrada en la cuestión del Filioque y en la procesión bivalente del Espíritu Santo, en polémica con la teología latina; y desde la fundación del Imperio latino hasta la caída de Bizancio en manos de los turcos otomanos (1220-1453), con importantes desarrollos en la teología espiritual y en gratología. Mientras tanto, en Occidente, la teología latina iniciaba su larga singladura de la escolástica. Una figura capital para comprender la evolución de la teología espiritual bizantina fue Simeón Teólogo, el joven (949-1022).


Francisco D. Pérez P.

sábado, 23 de enero de 2016

Ensayo sobre el Nominalismo









Francisco D.Pérez P.

Línea de tiempo del período contemporáneo

Francisco David Pérez Pérez
Línea de tiempo del período contemporáneo

LA TEOLOGÍA EN EL SIGLO XX (I) l
I. LA TEOLOGÍA CATÓLICA EN EL INICIO DEL SIGLO


Autor
Año/siglo
Pensamiento, Obra.
Pío IX
Concilio Vaticano I
1870
Hacer frente a las necesidades doctrinales y pastorales. Dos grandes constituciones aprobadas —la Dei Filius y la Pastor aeternus— abordan dos cuestiones básicas, con el deseo de ir al centro de los problemas debatidos a lo largo de toda la centuria que precede.
Maurice Blondel
(1861-1949)
El pensamiento blondeliano. la más importante de sus obras: L 'action, objeto de una tesis doctoral presentada en la Sorbona en 1893 y publicada ese mismo año. En ella Blondel aspira a enfrentarse con los planteamientos racionalistas y positivistas, imperantes en gran parte de los ambientes intelectuales franceses y europeos del momento.
Alfred
Loisy
(1857-1940)
De un libro breve, pero muy expresivo: L'Évan: gile et l 'Eglise. reducción del Evangelio a una doctrina moral —lo que implica, a modo de conclusión, considerar que la aparición y desarrollo de la Iglesia constituye, en realidad, un proceso marginal e incluso heterogéneo en relación al Evangelio—Loisy afirmaba la continuidad entre la Iglesia y el Evangelio, pero, adhiriéndose a la escuela escatológica, sostenía que Jesús, que consideraba inminente el fin del mundo, no pensó en fundar comunidad organizada alguna; la Iglesia fluye no obstante del Evangelio en cuanto prolongación necesaria de la predicación de Jesús al dilatarse el acontecer de la parusía.
George Tyrrell
(1861-1909)
Defendía una interpretación simbolista de los dogmas y se propugnaba un misticismo religioso presentado como contrapuesto a la exterioridad eclesial. La encíclica Pascendi, promulgada por Pío X dos meses después del decreto recién mencionado, concretamente, el 8 de septiembre de 1907. La Pascendi describe el pensamiento de los modernistas o modernismo.
De cara al conjunto del siglo xx: fermentos
De renovación teológica
SIGLO XX
los estudios bíblicos, los estudios patrísticos, el desarrollo del pensamiento filosófico de inspiración cristiana, la renovación litúrgica, el resurgir de los estudios místicos, la nueva conciencia eclesiológica, los movimientos, realidades e instituciones que condujeron a una reafirmación de la vocación sacerdotal primero y laical después, el movimiento ecuménico.  Desde una perspectiva institucional, un hecho debe ser destacado: la promulgación por Pío XI, el 24 de mayo de 1931, de la constitución Deus scientiarum Dominus sobre las facultades de estudios eclesiásticos, con particular atención a las Facultades de Teología.
El proceso de recuperación de la tradición
Tomista y sus diversas interpretaciones
1914
El movimiento tomista alcanzó, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, una particular intensidad, de la promulgación de la Aeterni Patris, predominó la orientación filosófica sobre la teológica.
Santiago Ramírez
(1891-1967)
Espíritu y por metodología, el más cercano a los comentaristas clásicos.
Antonin-Gilbert Sertillanges
(1863-1948)
Fidelidad a la doctrina tomista, acompañado por una decidida preocupación por confrontarla con las corrientes más significativas del pensamiento contemporáneo.

Jacques Maritain
(18821973
Representa, en efecto, un tomismo fuertemente anclado en los principios metafíisicos, gnoseológicos y antropológicos de Tomás de Aquino.

Etienne Gilson
(1884-1978)
Gilson puso de manifiesto la necesidad de estudiar directamente a Tomás de Aquino, El resultado de ese esfuerzo fue la reafirmación de la primacía del acto de ser (actus essendi).

Désiré Joseph
Mercier
(1851-1926)
Mercier se enfrentó decididamente con Kant, pero, al mismo tiempo, consideró que resultaba imprescindible plantearse el problema crítico, a fin de fundamentar la capacidad de la inteligencia humana para abrirse al ser; aspiró, en consecuencia, a estructurar una criteriología filosófica o, en otros términos, un realismo críticamente fundado, como introducción o paso previo al resto del proceder de la inteligencia.

Joseph
Maréchal
(1878-1944)
Obra sobre El punto de partida de la metafísica plantea y desarrolla un intento de lectura de la doctrina gnoseológica de Santo Tomás en clave kantiana.

Juan González Anntero
(1860-1928)
Aspiró a renovar a la vez la eclesiología y los estudios místicos, considerando la vida de la Iglesia desde la perspectiva del desarrollo de la santidad, como testifica su obra más importante: Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia, cuyos cuatro tomos fueron publicados entre 1908 y 1911.

Louis Billot
(1846-1931)
Profesor de dogmática en la Gregoriana, de orientación más especulativa.

Reginald Garrigou-Lagrange
(1877-1964)
Orientó su producción en tres direcciones. Gnoseología, comentario —con una fuerte influencia de Cayetano y Juan de Santo Tomás y hacia la Teología espiritual.

Ambrose Gardeil
(1859-1931)
Buen conocedor de la tradición escolástica, con la que se vincula; estuvo hondamente preocupado por los planteamientos de metodología teológica, a fin de promover una Teología a la vez especulativa y en conexión vital con el dato revelado, y por tanto con los estudios bíblicos e históricos.

Marie-Dominique Chenu
(1895-1990
La Teología —afirma Chenu— debe ser solidaria con el propio tiempo, y, en consecuencia, no puede reducirse a conceptos y fórmulas fijas, ni siquiera aunque se trate de conceptos y fórmulas acuñadas por una personalidad de la envergadura intelectual del Aquinate.

Yves-Marie Congar
(1904-...)
sintió hondamente la preocupación por el ecumenismo y, en consecuencia, por los temas eclesiológicos, orientación que se acentuó posteriormente como consecuencia del contacto con la obra de Mohler y del influjo que sobre él ejerció la relación con algunas experiencias pastorales, particularmente los movimientos de Acción Católica.

Lyon-Fourviére

Hace referencia en realidad a dos centros diversos: el Instituto Católico de Lyon y el estudio teológico del noviciado de la Compañía de Jesús situado en la cercana colina de Fourviére.

Henri de Lubac
(1896-1991)
Aspiró desde el principio a promover una teología que fuera capaz de ir al núcleo, a la vez e inseparablemente, de la fe cristiana y del misterio del hombre.

Jean Daniélou
(1905-1974)
Importantes obras sobre la teología y la espiritualidad de los primeros siglos cristianos, así como —contando con la colaboración, entre otros, de De Lubac— un impulso decisivo a una de las iniciativas más importantes en orden a la promoción del estudio de los Padres, vistos precisamente como fuente de renovación teológica: la colección Sources chrétiennes.

Charles Journet
(1891-1975)
Las aportaciones más importantes hacen referencia a la eclesiología.

Gustave Thíls
(1909-....)
Cuya Teología de las realidades terrenas marcó una época e introdujo una expresión que ha perdurado en el lenguaje teológico.

Karl Adam
(1876-1966)
cuyo Das Wesen des Katholizismus (La esencia del catolicismo), de 1924, al poner de manifiesto que la fe católica tiene su centro no enuna idea, sino en la realidad de Cristo vivo y presente en la Iglesia, contribuyó poderosamente a relanzar una teología con fuertes acentos existenciales.

Erich Przywara
(1889-1972)
Uno de los autores más influyentes en el período de entreguerras, que en su monumental obra sobre la analogía entis subrayó con fuerza la realidad de la inmanencia y trascendencia de Dios tal y como se nos revela en el cristianismo.

Romano Guardini
(1885-1968)
El pensamiento guardiniano se estructura a partir del concepto de oposición polar o polaridad: la existencia de los seres vivos, y particularmente la del ser humano, está dominada por la tensión entre polos opuestos, de tal manera que la unidad no se alcanza de forma monista, sino integradora.

Odo Casel
(1886-1948)
cuya «teología de los misterios», según la cual en los ritos sacramentales se hace presente no sólo Cristo resucitado,' sino los actos histórico-concretos que Jesús realizó durante su vida terrena, suscitó un amplio debate

Joseph A. Jungmann
(1889-1975)
la propuesta de dar vida a dos teologías: de una parte, la teología científica, de orientación metafísico-sistemática, centrada en el misterio de Dios en sí mismo; de otra, la teología de la predicación, de carácter histórico-psicológico, estructurada en torno a la figura de Cristo y su obra de salvación.

Michael
Schmaus
(1897-1993)
Elabora un manual —su Katholische Dogmatik— en el que procura integrar —con notable acierto, teniendo en cuenta el salto que representa respecto a manuales anteriores— los aspectos científico-especulativos con los ascético-espirituales y culturales.

Karl Rahner
(1904-1984)
Rahner empleó: «giro antropológico» (anthropologische Wende). Al hombre, ser espiritual consciente de sí, nada puede serle anunciado o comunicado como procediendo pura y simplemente desde fuera de él. Rahner acepta, en suma, con Kant y con Hegel, que al espíritu no puede advenirle nada, absolutamente nada —incluida la revelación cristiana con todo lo que contiene—, que no esté prefigurado en él; pero, aun aceptando ese punto, considera a la vez que ello no excluye la gratuidad, libertad y trascendencia de la revelación.

Karl Barth
(1886-1968
Aspira a proclamar con términos fuertes, e incluso extremados, la trascendencia absoluta de Dios, frente a la que sitúa la realidad dramática del pecado. Dios —afirma Barth— es el Deus absconditus, el Dios «totalmente otro» (ganz andere), al que ningún concepto y ninguna realidad humana puede alcanzar. La Teología es entendida ahora por Barth —al igual que en la etapa anterior— como teología de la palabra, como saber basado por entero y exclusivamente en la palabra divina, única fuente de verdadero conocimiento de Dios.

Emil Brunner
(1889-1966)
Compartió plenamente con Barth el deseo de superar la teología liberal afirmando la total trascendencia de la fe cristiana, aunque se separó de él para desarrollar un planteamiento antropológico en el que se reconoce que la razón y la naturaleza ofrecen un punto de enganche (Anknüpfungspunkt) para la fe y la gracia.

Friedrich Gogarten
(1887-1967)
Es partícipe también, en los comienzos, del movimiento de la teología dialéctica, pero que inició luego un distanciamiento de las posiciones originales más fuerte que el de Brunner, hasta desembocar en una reflexión sobre la cultura basada en la valoración de la época moderna como época secularizada.

Rudolf Bultmann
(1884-1976)
Discípulo, como Barth, de Wilhelm Herrmann y simpatizante. Representa, en efecto, la continuación de la teología liberal, aunque en un nuevo contexto histórico-cultural, el que deriva del pensamiento de Heidegger. Su planteamiento exegético, que entronca con el modo y con los presupuestos de escuela liberal, le condujo a poner en tela de juicio la historicidad de las narraciones evangélicas y, en consecuencia, a dudar de toda posibilidad de alcanzar un conocimiento científicamente cierto respecto a la vida real de Jesús.

Osear
Cullmann
(1902-....)
Exegeta y teólogo que tomó posición neta frente a todo intento ión neta frente a todo intento
de reducción del Evangelio a una pura interpelación existencial. Dios manifiesta su poder cuando quiere y como quiere—, pero real, ya que las intervenciones divinas no son caprichosas o arbitrarias, sino fruto de un designio dotado de finalidad y de sentido: la realización de la salvación en y por Cristo.

LA TEOLOGÍA EN LAS ÁREAS CULTURALES DE LENGUA CASTELLANA, ITALIANA E INGLESA
Panorámica general: Emilio Sauras (1908-1991) 62, entre los dominicos; Joaquín Salaverri (1892-1979) 63 y José Antonio de AIdama (1903-1980) M, entre los jesuitas; así como al carmelita Bartolomé de Xiberta (1897-1967) 65 y, entre los teólogos provenientes del clero secular, al canónigo catalán Joan Baptista Manya (1884-1976)66, merecen especial mención. Michele Federico Sciacca (1908-1975), filósofo de neta inspiración cristiana y hondamente interesado por las cuestiones teológicas 67; y Cario Colombo (1909-1991), que, partiendo de un planteamiento clásico, aspiró a una renovación del método teológico que permitiera asumir las aportaciones de la investigación histórica y del pensamiento contemporáneo. William Temple (1881-1944), Reinhold Niebuhr (18921971), jesuíta Bernard Lonergan (1904-1984).

Paul Tillich
(1886-1965)
La Teología —afirma— no puede estructurarse al margen de los desarrollos culturales, en dependencia de la sola fe, sino en conexión con la cultura, más aún, escuchando a la cultura y reaccionando ante ella; debe, en suma, ser una teología que responda, una answering theology.

Sergei Nikolaevich Bulgakov
(1871-1944)
A elaborar un pensamiento teológico que se distinguiera tanto del católico como del protestante, creyó encontrar la clave para ese intento en el concepto de Sofía.

Georges Florovsky
(1893-1986)
Su pensamiento teológico está hondamente inspirado en la patrística y cuya actividad contribuyó fuertemente al desarrollo del Seminario de San Vladimir76; a Vladimir Lossky (1903-1958), que propugnó una teología de acentos fuertemente espirituales, con una clara punta polémica hacia la teología occidental o latina 77; a Pavel Evdokimov (1900-1970), tradición rusa y a la vez abierto a una amplia problemática cultural y al diálogo ecuménico 78; y, finalmente, a Nikolai Afanasieff (1893-1966); conocido sobre todo por su eclesiología, que, centrada hondamente, pero también un tanto unilateralmente, en la Eucaristía, corre el riesgo de desdibujar otros aspectos institucionales.

John Zizioulas
(1931-....)
Cuya eclesiología, aun marcando con fuerza la realidad de la Iglesia particular —como ocurre en toda la teología ortodoxa—, corrige, no obstante, algunos extremos del planteamiento de Afanasief.

Pío XPío XII
(+1958)
Tres encíclicas ocupan, a este respecto, un lugar destacado: la Mystici corporis, del 29 de junio de 1943, sobre la renovación de la eclesiología 2; la Divino afflante Spiritu, del 30 de septiembre del mismo año, sobre los estudios bíblicos y la interpretación de la Sagrada Escritura3; la Mediator Dei, del 20 de noviembre de 1947, sobre el movimiento litúrgico y, en consecuencia, sobre la liturgia en cuanto tal. Una cuarta encíclica, la Humani generis, del 12 de agosto de 1950.

Juan XXIII
XX
Anunció su decisión de convocar un concilio ecuménico: el que sería después designado como Concilio Vaticano II, que nace con el deseo de impulsar una honda renovación eclesial. El Concilio Vaticano II no aprobó ningún documento dedicado específicamente a la Teología. Buscaba, precisamente, dar nuevo impulso a la evangelización, ya que la Teología desempeña un papel decisivo en todo proceso de transmisión de la fe, especialmente en momentos como los contemporáneos, caracterizados por la movilidad cultural.

Pablo VI
XX
La constitución por Pablo VI de la Comisión Teológica Internacional, como organismo encaminado a expresar y fomentar la conexión entre la Santa Sede y el conjunto del mundo teológico, es, junto a otros muchos datos que podrían citarse, claro reflejo de esta nueva e, claro reflejo de esta nueva
situación.

Dietrich Bonhoffer
(1906-1945)
 Es protestante. Expone, con la fuerza y el patetismo que derivan de su situación existencial, una convicción básica: el mundo contemporáneo es un mundo ateo, un mundo en el que se han desvanecido o están en proceso de desvanecerse los signos de la realidad y presencia de Dios; un mundo, pues, en el que el hombre parece llamado a vivir sin apoyarse en Dios.

Karl Rahner
XX
Publicó su obra sistemática más acabada, el Grundkurs des Glaube (Curso fundamental de la fe), durante este período, concretamente en 1976— continuó influyendo fuertemente en el pensar teológico, tanto alemán como de otros países, durante las décadas de 1960 y 1970.

Johann Baptist Metz
(1928-....)
Se debe el relanzamiento de la expresión «teología política. Como reacción a la crítica ilustrada primero y a la marxista después, el pensamiento y la vida cristiana, tras un primer momento contrarrevolucionario y tradicionalista, no encontraron otra vía afirma Metz— que refugiarse en una «privatización» de la fe: ante un mundo que se percibía extraño e incluso hostil, el cristianismo retrocedió, reduciendo el influjo de la fe a la esfera privada.

Jürgen Moltmann
(1926-....)
Teólogo luterano. Edificó su planteamiento teológico en diálogo crítico con Barth y Bultmann, con los que se enfrentó desde la óptica que desde el principio le fue propia: la histórico-práctica o social. en 1964, dio a la luz su primer libro importante: Teología de la esperanza.

Gustavo Gutiérrez
(1.928-....)
El planteamiento de Gutiérrez parte de una afirmación fundamental: la atribución de una radical centralidad a la liberación político-social, entendida a la vez como ideal y como empeño histórico concreto. Inmediatamente le siguieron, como los brasileños Hugo Assmann (1933-...) y Rubén Alves (1933-....), católico el primero, protestante el segundo, o el argentino, pero residente en México, Enrique Dussel (1934-....) el brasileño Leonardo Boff (1938-....), los españoles-salvadoreños Jon Sobrino (1938-....) e Ignacio EHacuria (1930-1989), el uruguayo Juan Luis Segundo (1925-....) El pensamiento de Gustavo Gutiérrez, y de los otros autores mencionados, presupone, desde una perspectiva histórico-social, la situación política y económica de América Latina.

Wolfhardt Pannenberg
(1928-...)
En 1961, de La revelación como historia, obra colectiva de la que Pannenberg escribió la introducción y una síntesis final en forma de tesis teológicas sobre la doctrina acerca de la revelación.

Eberhard Jüngel
(1934-....)
Teólogo luterano. partiendo de un horizonte netamente barthiano, intenta a la vez un ceñido diálogo con la cultura moderna, con particular referencia a su instancia atea, retomando así, aunque con mayor profundidad, la temática abordada por la teología de la secularización y de la «muerte de Dios

Thomas Forsyth Torrance
(1914-....)
Se ha dedicado gran parte de su empeño intelectual a la problemática relacionada con el diálogo entre la fe cristiana y la visión científica (física) del mundo.

John Macquarrie
(1919-....)
Formado en el existencialismo heideggeriano, evolucionó después hacia preocupaciones cada vez más inmediatamente pastorales.

Edward Schillebeeckx
(1914-...)
Estudió: atención al dato positivo, reflexión especulativa inspirada en un tomismo abierto al contexto cultural contemporáneo (lo que, en su caso concreto, implicaba dar entrada al método fenomenológico, etc. En términos sintéticos, puede decirse que Schillebeeckx aspira a elaborar una cristología genética, más concretamente, a esbozar una génesis de la cristología, mostrando el itinerario a través del cual se llega a los dogmas cristológicos.

Hans Küng
(1928-....)
Küng procede, en efecto, a una revisión del dogma cristiano con una metodología histórico-crítica y unos presupuestos especulativos que coinciden en más de un aspecto con los de la escuela protestante liberal del siglo xix.

Hans Urs von Balthasar
(1905-1988)
Hans Urs von Balthasar aspiró, desde el principio, a ofrecer una  síntesis teológica que pusiera de manifiesto la coherencia interior del mensaje cristiano y, en consecuencia, su verdad. La teología patrística y medieval recorrió, con ese fin —afirma en uno de sus escritos más significativos: Sólo el amor es digno de fe—, un itinerario cosmológico, presentando el cristianismo como verdad que da razón de la unidad del cosmos.

Louis Bouyer
(1913-....)
Es fuertemente influido por la patrística, la liturgia y la espiritualidad, subraya en sus obras, de modo muy marcado, la tensión escatológica y teologal que caracterizan a la Iglesia y a la vida cristiana.

Leo
Scheffczyk
(1920-....)
Ha dedicado particular atención a la historia de los dogmas como punto de referencia en orden al impulso de la reflexión teológica.

Giuseppe Colombo
(1923-....)
Hace reflexiones sobre la metodología teológica realizada en nuestros días.

Walter Kasper
(1933-....)
Aspira a desarrollar una teología que, partiendo de la confesión de fe, muestre la infinitud de Dios y dé razón del misterio de la vocación trascendente del hombre.

Joseph Ratzinger
(1927-....)
Ratzinger concibe la Teología, en continuidad con la tradición alemana que va desde Mohler a Karl Adam y Schmaus, como una reflexión en la que la especulación, aun estando presente y con hondura no se independiza sino que se articula en y a través de la referencia a las fuentes bíblicas y patrísticas y del análisis de la historia del pensamiento y de la cultura. pone de relieve uno de sus escritos más representativos: Introducción al cristianismo— a mostrar el carácter a la vez racional y existencial de la fe.

Fritz
Tillmann
(1874-1953)
Al que se debe una aportación destinada a tener amplio eco: la propuesta de exponer la Teología Moral desde la perspectiva del seguimiento de Cristo.